03/01/2015
Como cierre de año, Carlos Zavaleta agradeció por el respaldo para participar del Ultra Trail del Monte Blanco, uniendo Orsières (Suiza) y Chamonix (Francia).
En tal sentido, el deportista local destacó a “mi familia por el apoyo recibido, al secretario de Deportes Maximiliano Brumec por su colaboración y a la Secretaría de Deportes por la celeridad en los trámites, a mi amigo y profesor Jesús Maza que me entrena desde hace diez años, a Juan Carlos Carrizo como amigo y organizador de carreras de Eco Aventuras, al Instituto San Martín y al Plan Nacer por la colaboración recibida y a todas las personas que me ayudaron a concretar esta meta”.
Sobre el evento, concretado el 28 de agosto pasado y donde quedó 384º de la general con un tiempo de 9h44m02s en la modalidad OCC (Orsières-Champex-Chamonix) en la divisional SE H, el catamarqueño recordó: “El Valle de Chamonix es un lugar soñado para muchos, lleno de historias de gloria, de éxitos, de fracasos, de vida y de muerte, Chamonix tiene la montaña más alta de Europa, el MontBlanc, y de hecho hablar del valle de Chamonix y del Mont Blanc es hablar del inicio del Alpinismo, aquí se realizaron los primeros Juegos Olímpicos de Invierno y también se lleva a cabo desde el 2001 el Ultra Trail du Mont Blanc, considerada la carrera de montaña madre.
Además del Ultra Trail du Mont Blanc de 160 Km. también se realizan otras en la misma semana, por la misma organización, con diferentes recorridos y distancias: la TDS (120 Km.), la CCC (100 Km.), la PTL (300 Km.) y la OCC (53 Km.), yo tuve la fortuna de participar en esta última, la OCC, llamada así por partir de Orsiéres en Suiza, pasando por Champex, Suiza y con llegada a Chamonix (Francia)”.
Luego, de la carrera, dijo: “Se desarrolló en un frío día de verano en Orsiérès, unos 15 grados centígrados mostraba un cartel de una farmacia, poco a poco los corredores iban arribando a la misma, veo a dos personas entradas en edad con vestimentas típicas de la zona y una usando un instrumento de viento que no había visto antes, muy sonrientes los dos, la calle de la comuna suiza se iba completando poco a poco con los 1.900 corredores, llegando a tornarse multicolor, los dorsales mostraban los nombres y los países de los participantes: españoles, japoneses, coreanos, italianos, belgas, noruegos, suecos, suizos, franceses, entre otros, y puedo divisar a una argentina, con la que charlamos muy poco, un rato antes me encontraba tomando agua caliente de una cafetería para aliviar el dolor de estómago que me produjo la salsa de la noche anterior de los tradicionales tallarines para todo corredor y la calefacción del colectivo que nos llevó allí. Mientras filmo y saco fotos del espectáculo que se estaba llevando a cabo recuerdo los esfuerzos que me llevaron hasta allí y de las personas que me ayudaron a realizar el viaje, trato de grabar en mi retina los colores del paisaje alpino, las caras de los corredores, sus mochilas, sus equipos, sus zapatillas y trato de grabar las conversaciones de los mismos y del locutor que animaba la carrera en francés y de repente escucho la cuenta regresiva”.
Continuando, señaló que “de pronto se larga la carrera, muchos utilizando cámaras para filmar la largada, tanto corredores como público apostado al lado del camino, personas de todas las edades aplaudiendo y alentándonos al tiempo que agitaban banderas francesas. Nosotros emocionados recorríamos las calles de la comuna hasta que entrábamos por un sendero con mucho desnivel positivo que obligaba a la mayoría a caminar, muchos sacando los bastones plegables de la mochila y realizando una marcha nórdica llevando un buen ritmo”.
En otro pasaje, detalló: “A lo largo de las horas nos la pasábamos subiendo, bajando, hidratándonos, comiendo, disfrutando los paisajes en los que veíamos ríos, lagos, montañas, glaciares y eventualmente viendo personas que practicaban senderismo, vacas lecheras y cabañas.Luego del kilómetro 35 el cansancio se hace sentir y me comienza a doler la cabeza, al parecer me da el mal de montaña, lo que me obliga a caminar y eventualmente a parar a descansar.Faltando 8 kilómetros comienzo a charlar con una corredora francesa en inglés, increíblemente los dolores disminuyen y puedo conseguir un ritmo constante, quizás sabiendo también que sólo queda el último descenso y aunque los 8 Km. parecen largos, comienzo a ver la estación de trenes de Chamonix, a partir de ahí sabía que quedaban unos 2 Km., el camino empieza a llenarse de gente, todos aplaudiendo acaloradamente, es un día de fiesta en Chamonix, los dolores desaparecen por completo y me invade una alegría indescriptible y una mezcla de emociones inmensa, y ahí está, el arco de llegada, el que vi tantas veces en fotos y detrás se puede ver la iglesia, una típica postal de Chamonix, me espera mi madre y me entregan la remera de fínisher, fotos y más fotos y ver llegar al resto de los competidores, mi tiempo: unas 9 horas y 45 minutos aproximadamente, por esta vez, el tiempo es lo de menos”.